Marvilán me enseño como mandarle amor a mi hermano y ahora lo veo muy contento, alegre. Gracias a Marvilán estoy constatando que no solo podemos sanar nuestro propio cuerpo con el poder de la mente, sino que también podemos ayudar a nuestros familiares y seres queridos.
Francisco Claro vivió durante 20 años encadenado a graves problemas gastrointestinales, incluyendo úlceras, colitis nerviosa y hemorroides, que solo lograba controlar parcialmente con medicamentos. Su salud se deterioró aún más debido al estrés crónico de cuidar a su hermano, quien padece agorafobia y depresión, lo que le provocó hipertensión, pérdida de peso y un miedo paralizante a los diagnósticos médicos. Al borde del colapso, Francisco decidió buscar una alternativa en la medicina cuántica y las enseñanzas de Marvilán.
Su proceso de sanación no fue una solución externa, sino una profunda reprogramación mental y emocional. A través de la hipnoterapia, la meditación y la terapia del espejo, Francisco aprendió a crear una coherencia entre mente y corazón, sintiendo sus afirmaciones como verdades presentes. Identificó que su miedo a la enfermedad era un “programa negativo” heredado de su madre y aprendió a hablarle a su cuerpo con amor en lugar de tensión. Además, integró herramientas prácticas como una libreta de agradecimiento y una agenda de manifestación para transformar su enfoque diario.
Los resultados fueron integrales: sus dolencias físicas desaparecieron, recuperó su peso y energía mediante el ejercicio físico recomendado, y hoy puede disfrutar de una vida normal sin restricciones alimenticias. Sin embargo, el aspecto más impactante de su testimonio es la sanación indirecta de su hermano. Al cambiar su propia vibración y visualizar a su hermano con amor y alegría, Francisco logró que este pasara de la irritabilidad y el aislamiento a ser una persona risueña, paciente y abierta a salir al mundo.
Francisco concluye que el poder de la mente y la fe pueden sanar no solo nuestro cuerpo, sino también nuestra realidad y la de nuestros seres queridos. Su historia es un recordatorio de que, al cambiar nuestra conciencia, podemos manifestar el “reino de los cielos” en nuestra experiencia física.